Las dos caras de Alemania y EE.UU. frente a Rusia

El encuentro en la Casa Blanca entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el canciller alemán, Olaf Scholz, pareciera haber arribado a una conclusión evidente: si Rusia decide invadir a Ucrania como en el 2014, esta vez las sanciones de los miembros de la OTAN serán mucho más duras, incluso si tienen grandes consecuencias para sí mismos, como sostuvo Scholz. Sin embargo, en el entrelíneas se puede ver que aún existen desentendimientos entre los aliados de la OTAN que juegan un rol importante en las negociaciones con Rusia.  

En sus discursos, ambos jefes de Estado han dejado claro el compromiso de sus países, como miembros de la OTAN, de fortalecer la alianza para hacer frente a cualquier avance de Rusia que vulnere la soberanía ucraniana. En ese marco, no queda ninguna duda de que habrá más y más duras sanciones económicas a Rusia si decide invadir a Ucrania, y no es de descartar que países miembros de la OTAN apoyasen militarmente a los ucranianos, como deja suponer la inspección realizada por la ministra de relaciones exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, en el frente de guerra.  

No obstante, los discursos de Scholz y Biden, aunque hayan enfatizado efusivamente su compromiso de cooperación en el conflicto, han evidenciado también que ambos Estados no han podido llegar a un acuerdo con respecto al futuro del importante gasoducto Nord Stream 2, operado por la estatal rusa Gazprom, en caso de darse el peor escenario. Aunque Biden mencionó explícitamente que el gasoducto no operaría en caso de un avance ruso, Scholz fue mucho más reservado y prefirió no referirse a él.  

Alemania sabe perfectamente que, llegado el momento, Putin podría “cerrar el grifo” como medida de presión frente a las sanciones, lo que pondría en riesgo la seguridad energética del país europeo. Sin embargo, sabe también que los intereses estadounidenses tienen un componente económico, puesto que EE.UU. busca ya desde hace un tiempo consolidar su exportaciones de gas natural licuado (GNL) hacia el viejo continente. En ese sentido, Alemania se encuentra en una encrucijada entre buenos precios energéticos a cambio de posibles chantajes y precios mucho más altos de un aliado relativamente confiable. Ninguna opción es óptima, por eso Scholz hace bien en evitar hablar de ello mientras Rusia no dé el primer paso. Es decir, mientras Rusia no parezca dispuesta a utilizar esa arma contra Alemania, no hay motivo para mezclar la cuestión energética con el conflicto en Ucrania. Ahora bien, si algo devela esta controvertida situación, es que la estrategia energética alemana debe apuntar a la diversificación de fuentes y, sobre todo, de proveedores. De esa forma, los alemanes podrán sobreponerse a cualquier consideración geopolítica en el futuro, manteniendo la seguridad y los buenos precios energéticos.  

Volviendo al encuentro entre jefes de Estado, no ha quedado claro de qué tipo de “duras sanciones” se habla en caso de una incursión rusa. Asimismo, vale la pena recordar que, en el 2014, durante la anexión de Crimea, ya se implementaron amplias sanciones contra el Kremlin. Sin embargo, estas prácticamente no tuvieron ninguna consecuencia para el accionar militar ruso ni para la soberanía ucraniana. En ese sentido, es importante preguntarse a qué tipo de sanciones se refieren Scholz y Biden, para así poder poner en cuestionamiento su posible efectividad. Que no hayan especificado las medidas deja entrever que, tal como con el Nord Stream 2, probablemente aún no se hayan puesto de acuerdo o que se trate simplemente de un discurso de contención para ganar tiempo y poder avanzar en las negociaciones por la vía diplomática. De ser así, a pesar de los desentendimientos percibidos, es una buena señal que se intente hacer prevalecer la diplomacia por sobre la militarización. El encuentro entre Scholz y Putin en Moscú, marcado para el próximo 15 de febrero, podría ser el lugar y momento de encontrar compromisos y cesar las tensiones en el continente europeo. 

Comentarios

Entradas populares