Gobernabilidad en Juego: ¿Pactos o Adelantamiento de Elecciones?

El intento hiperpresidencialista de Arce podría estar en decaída. El sistema de partido predominante se debilita sin liderazgo intrapartidario. Mientras la oposición desperdicia su oportunidad, un Poder Judicial empoderado recobra su rol de veto player. 


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De la peyorativamente denominada «democracia de pactos», que no es más que un presidencialismo de coalición, Bolivia pasó a un sistema de partido predominante a partir de la introducción del Estado Plurinacional. El expresidente Evo Morales, quien gozó de mayorías legislativas excepcionales durante sus mandatos, aprovechó la correlación de fuerzas para debilitar los frenos y contrapesos al Poder Ejecutivo y, de esa manera, la institucionalidad democrática-liberal. A este fenómeno se lo conoce como «agrandamiento del Ejecutivo», y suele derivar en una suerte de hiperpresidencialismo.

A pesar del debilitamiento de la democracia a nivel institucional, el excepcionalismo hiperpresidencial de Morales vino acompañado de mejoras significativas en la democracia participativa. Suena paradójico, pero las mayorías obtenidas por el caudillo no hubieran sido posibles sin el alto grado de movilización política que su figura generaba. Su liderazgo no sólo aglomeraba a diversas organizaciones y movimientos populares al interior del Movimiento al Socialismo (MAS), sino también sabía abordar a sectores de clase media que no encontraban alternativa viable en la oposición.

El Presidente Luis Arce, no obstante, carece de ese liderazgo carismático. Si bien fue electo con 55 por ciento de los votos, su victoria fue más bien consecuencia de una gestión de transición deplorable, una oposición dividida y la capacidad de cohesión del MAS —como partido— en la adversidad. El actual mandatario creyó que podría mantener esa cohesión en torno a su figura, pero olvidó al arribista Morales y, más importante aun, sus propias cualidades. Cuando percibió que el liderazgo orgánico no era su fuerte, recurrió a hacer de los «complementos de gobernabilidad» de Morales sus armas principales: la prebenda y el clientelismo.

Mientras la gobernabilidad está sujeta a la capacidad de negociación interpartidaria en los presidencialismos de coalición —lo que, a falta de mecanismos de control, puede derivar en las formas de corrupción que conocemos del período neoliberal—, en los presidencialismos de partido predominante, la cohesión intrapartidaria es decisiva. De ahí que la corrupción continúe vigente para asegurar la gobernabilidad, aunque haya adquirido la forma de imposición presidencial, favoreciendo principalmente a miembros del partido mayoritario. Con el deterioro latente de la economía, sin embargo, se van reduciendo los márgenes de maniobra para que el Presidente Arce asegure su gobernabilidad. En este contexto, las declaraciones del expresidente de la Cámara de Diputados, Jerges Mercado, según el cual el adelantamiento de las elecciones sería una posibilidad, no resultan tan descabelladas como estrategia política.

Por su parte, la oposición desaprovechó la oportunidad de ejercer su poder de veto al menos en la Cámara de Diputados. Cuando se pierde la cohesión intrapartidaria, el presidencialismo de partido mayoritario se entorpece y se ve obligado a pactar. Pese a que los reglamentos camarales son relativamente rígidos y favorecen el hiperpresidencialismo, los representantes de la oposición pudieron haber sido más incisivos respecto al establecimiento de la agenda legislativa. Si bien al menos se intentaron avivar en el Senado luego de la crasa ligereza mostrada en la cámara baja, quedan tres puntos por verse: Primero, si basta con la cámara alta ejercer influencia real; segundo, si no fue más bien ingenuo pactar con un evismo acostumbrado a no cumplir su palabra; y tercero, si no hubiera sido mejor asegurar la gobernabilidad de Arce a cambio de medidas presidenciales —inmediatas y anteriores a las elecciones camarales— que fortalezcan la institucionalidad democrática.

Asimismo, hay un tercer actor en este embrollo que no puede ser ignorado: el Poder Judicial. La aparente parálisis respecto a las elecciones judiciales, resultantes del miedo al cambio en las dos alas del MAS, empodera a dicha institución del Estado. Si venía ejerciendo su rol de veto player esencialmente en contribución al hiperpresidencialismo, la inestabilidad en el partido mayoritario y la oportunidad perdida por la oposición le sirven en bandeja de plata la independencia. En primera instancia, podría parecer motivo de alegría. No obstante, debiera mantenerse cierto recelo, pues se trata de los mismos individuos arbitrarios, cuyos mecanismos de control ahora de apenas se ponen de acuerdo.

En este contexto, el Poder Judicial tiene pase libre para actuar como le convenga, lo que no siempre equivale a como dicta la ley. De hecho, ante la necesidad, puede que intensifique su direccionamiento político, aunque no siempre contribuyendo al hiperpresidencialismo. En otros casos, puede que sí recupere cierta institucionalidad. Lo cierto es que, frente a la distracción de los dos poderes políticos del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo, el Judicial tiene la oportunidad de recobrar su rol de control para bien o para mal. Un ejemplo de este retorno al paradigma de independencia judicial es la decisión del tribunal de El Alto sobre el caso de la expresidente Jeanine Añez. Más decisiones similares podrían poner en aprietos tanto al Presidente Arce como al expresidente Morales.

El intento hiperpresidencialista de Arce podría estar en decaída. No se acerca a la calle, tiene un partido y un parlamento divididos, y cada vez tiene menos recursos. Por ende, si pretende recuperar la gobernabilidad, deberá empezar a pensar en compromisos democráticos, porque el statu quo lo seguirá desgastando, al punto que —ni logrando sepultar políticamente a Morales— conseguirá reelegirse en 2025. De lo contrario, le conviene nomás adelantar las elecciones. Aunque la decisión puede parecer difícil, no es tan complicado percatarse de qué opción es más conveniente para la democracia, la estabilidad social y el bienestar de todos los bolivianos.

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