Caídas presidenciales: Presidentes latinoamericanos en riesgo

Las interrupciones del mandato presidencial han sido objeto de estudio durante décadas. Sea mediante renuncia o impeachment, una serie de factores aumentan su probabilidad. Y algunos presidentes de América Latina podrían estar ingresando en un terreno peligroso. 

Fuente: Unitel.

Los períodos fijos de mandato diferencian al presidencialismo del parlamentarismo. Paradójicamente, sin embargo, cambios irregulares de gobierno, es decir, anteriores a la conclusión del mandato, son casi una constante en los sistemas presidenciales latinoamericanos. En la ciencia política, a este fenómeno se lo denomina «caída presidencial», aunque también se le ha llamado presidencia fallida o interrumpida. 

El concepto se refiere a situaciones en que un presidente es desafiado por esfuerzos tangibles de persuadirlo a renunciar o de forzar su salida prematura de la presidencia. A diferencia de los golpes militares del siglo pasado, las caídas presidenciales son provocadas por actores civiles y dentro del marco legal, ya sea mediante el juicio político o impeachment, perpetrado por el congreso, o la renuncia forzada por una amplia presión política y social. 

Estamos hablando, entonces, de la manera encontrada por los presidencialismos de echar del cargo a jefes de Estado impopulares sin suspender la democracia. De hecho, el impeachment, por ocurrir en el congreso, viene a ser el equivalente funcional de la moción de censura característica del parlamentarismo.

Pese a que no todo intento es exitoso, esta manera «democrática» de derrocar presidentes suele darse en presencia de ciertos factores específicos. Entre ellos se encuentran una inflación elevada, reformas orientadas a la liberalización económica, el involucramiento del presidente en escándalos —particularmente de corrupción—, un gobierno de minoría congresal y acciones del presidente abocadas al debilitamiento u interrupción de la democracia. 

No obstante, la presencia de protestas callejeras acostumbra ser el factor determinante del éxito de un intento de derrocamiento, especialmente cuando las fuerzas de seguridad del Estado son rebasadas o se niegan a reprimir. Las manifestaciones dan un empuje de legitimación al congreso para proceder con un juicio político, o bien fuerzan la renuncia del presidente por sí mismas. 


«Esta manera “democrática” de derrocar presidentes suele darse en presencia de una inflación elevada, reformas orientadas a la liberalización económica, el involucramiento del presidente en escándalos —particularmente de corrupción—, un gobierno de minoría congresal y acciones del presidente abocadas al debilitamiento u interrupción de la democracia». 


Ciertamente, un gobierno de minoría congresal puede tener gobernabilidad y preservar el cargo. Para ello, debe formar una coalición mayoritaria con otros partidos del congreso, otorgando ministerios y haciendo concesiones en sus iniciativas legislativas. El outsider, o aquel presidente que crea ser capaz de prescindir del congreso y gobernar mediante decretazos, puede hacerlo mientras fluya el dinero. En tiempos económicamente adversos, dicha actitud aumenta las chances de ser derrocado. 

Probablemente, estas descripciones evoquen presidentes ya caídos, como Fernando De la Rúa, Gonzalo Sánchez de Lozada, Fernando Lugo, Dilma Rousseff o Evo Morales. Sin embargo, dos mandatarios actuales de la región también parecen estar haciendo méritos para ser desafiados. 

Por un lado, Javier Milei, en Argentina. Sufre todavía una inflación elevada y  reiteradas protestas callejeras. Está intentando reformas de liberalización económica y no tiene mayoría en el congreso, con el que se estrella casi a diario. Desde el inicio, sucumbió a la tentación del decretazo y, para colmo, no hay plata. 

Por el otro, Luis Arce, en Bolivia. Perdió su mayoría congresal y la inflación está empezando a sentirse. El dinero no fluye y los escándalos a su alrededor son recurrentes, incluso estando muy resguardado. Ya como cereza del postre, está debilitando la democracia mediante el «agrandamiento del Ejecutivo», utilizando al Poder Judicial para poder prescindir del congreso.

Aunque la ciencia política no sea un saber exacto, permite hacer pronósticos en base a probabilidades. El pronóstico para Milei y Arce es claro: de seguir por la misma senda, podrían ser desafiados por la calle o el congreso. En ese caso, mantenerse en el cargo podría llegar a ser más difícil de lo que imaginaban. 

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